El dólar terminó la semana con ganancias en varios frentes, después de una serie de datos que cambiaron el panorama de corto plazo para la economía estadounidense. El PBI del segundo trimestre, en su medición inicial, quedó muy por encima de lo esperado el jueves, lo cual generó un alza importante del billete ante el euro, la libra esterlina y el yen. El viernes, los datos de consumo personal también quedaron por encima del consenso, y pese a que el deflactor de inflación por consumo y el índice de confianza del consumidor ofrecieron cifras modestas, las ganancias semanales se volcaron hacia el dólar.
El aumento de tipos de interés de la Fed del miércoles dejó sensaciones encontradas. Por un lado, la noción de que el banco central podría seguir ajustando su política monetaria ante informes como los mencionados; por otro, el pedido de paciencia a los mercados por parte del presidente Powell pareció anunciar un fin de ciclo, que incluyó hasta el momento 11 aumentos de tipos en 12 reuniones. Lejos de los 17 aumentos de 2004 a 2006, que desembocaron en una feroz recesión y posterior crisis bancaria.
Muchos creen que el dólar tiene aún un tiempo más de bonanza, antes de iniciar un ciclo bajista, que indefectiblemente llegará cuando la Fed cambie su política monetaria. La anunciada venta de bonos se mantiene, con rendimientos muy altos, y esto también es un factor que le da fuerza al billete.
Desde el Banco Central Europeo las señales fueron más difusas. Las cifras macro de la Eurozona comienzan a dar señales de deterioro. En Alemania, los datos de manufacturas y servicios han quedado en zona de contracción hace ya mucho tiempo, y pese a ello la inflación sigue preocupando. Y lo hace al punto de que el BCE aumentó la tasa al 4.25% el jueves, sin que el euro pudiera aprovechar un solo punto a favor. Y es que en su conferencia de prensa posterior la funcionaria dejó en claro que desde ahora no habrá aumentos en forma sistemática, sino siguiendo dato por dato, algo obvio, pero que los mercados tomaron como una presunción de que no habrá aumento en septiembre.
La baja del euro, por ahora muy moderada, llevó consigo a la libra también lejos de sus máximos del mes. La divisa británica rozó 1.3200 pocos días atrás, en conjunto con el euro en 1.1275, donde cubrió un viejo gap de febrero de 2022. La libra tiene por delante el anuncio de política monetaria del Banco de Inglaterra. La entidad que dirige Andrew Bailey no tiene muchas alternativas, con una inflación muy alta, por encima del 8% interanual. La libra tiene un buen camino alcista por seguir.
El yen fue protagonista de la semana, sobre todo en la última parte. El viernes temprano el Banco de Japón dejó sin cambios la tasa de interés en el -0.1%, pero antes se encargó de divulgar que dejará deslizar los rendimientos de los bonos hasta el 1% en algunos casos, sin permitir que vayan más allá de tal nivel. La moneda nipona se ve fuertemente presionada en estos tiempos, con los enormes diferenciales de rendimientos de bonos, lo que genera el negocio del carry trade, una suerte de ruleta rusa que siempre termina mal. El yen es, de las monedas principales, la más débil en estos momentos, y este tipo de señales del BoJ son un toque de atención importante.
Esta semana tendrá como principal atractivo el dato de empleos de Estados Unidos de julio, que se publicará el viernes. Antes, la encuesta ADP, las vacantes de empleo y el anuncio del BoE ya mencionado completarán la agenda.