El dólar volvió a imponerse en todos los frentes el miércoles, luego de un muy buen reporte de empleos privados, provisto por ADP. La encuesta arrojó la creación de 324 mil nóminas en ese sector en julio, un anticipo de lo que puede suceder el viernes, cuando se publique el dato de empleos del Departamento de Trabajo, que excluye las nóminas no agrícolas.
El billete se apreció especialmente ante las monedas europeas, y entre ellas frente a la libra esterlina. La moneda británica quebró varios soportes importantes, formando una figura de cambio de tendencia en los gráficos diarios, como lo es el hombro cabeza hombro que ahora domina su curva de precios. La libra está ahora pendiente del denominado “súper jueves”. El mismo consiste en la publicación del anuncio de política monetaria del Banco de Inglaterra, seguido de la conferencia de prensa de su gobernador, Andrew Bailey, y la previsión de inflación para los próximos meses.
Al respecto, se pueden dar distintos escenarios, que en principio no lucen favorables para la libra. La inflación sigue muy alta, en el 7.9%, la más alta de los países centrales. Esta cifra no le deja margen al BoE acerca de aumentar la tasa, y la única duda surge de saber si el aumento de tipos será del 0.25 o del 0.5% en la fecha. Actualmente, la tasa de interés se encuentra en el 5%, su nivel más alto desde el fatídico mes de septiembre de 2008. En febrero de ese año había estado en el 5.25%, y a fines de 2007 en el 5.5%. Claro, en ese entonces la libra cotizaba a 2 dólares, algo impensable en este tiempo. Las monedas son las mismas, los países también, pero los tiempos han cambiado. El Brexit, en opinión de quien suscribe ha sido una bisagra para la historia británica, y ver como pasó de 2 a 1 (nivel que tocó en octubre de 2022) y como está ahora boyando sin poder pasar 1.3000 es fiel reflejo de ello.
Si el aumento de tipos es del 0.25%, la libra puede apuntar a 1.2500 sin demoras. Esto se debe a que, además, la decisión de aumentar nunca es unánime en el seno del BoE. Si el aumento fuera del 0.5%, como algunos analistas especulan, allí la libra podría remontar rápidamente, aunque dependerá su suerte de lo que suceda con el dólar, que se despertó rápidamente en las últimas semanas.
En ambos casos, la decisión estará condicionada por una economía británica que pasa por momentos delicados. De hecho, al contrario de lo que sucede en Estados Unidos, la inflación subyacente, que surge de excluir alimentos y energía, es aún menor que el índice general. Ni ese incentivo tiene el Sr. Bailey y su equipo.
El euro luce algo más estable, aunque igualmente débil. Su destino de corto plazo se asocia a 1.0900, primer soporte de importancia. Una eventual caída de la libra podría colaborar en ese sentido. La superación de 1.1000, que ahora parece algo lejana, cambiaría tal sesgo bajista de la moneda única.
El yen no encuentra el camino para recuperarse. Las noticias lo favorecen, pero los mercados lo dejan de lado. Su caída por ahora no ha encontrado un piso cierto, aunque su sobreventa de corto plazo podría limitarla. El quiebre de 142.00, poco viable en estos momentos, le dará algún respiro.