Hola Amigos, buen día. Los datos de inflación de Estados Unidos de agosto arrojaron cifras mixtas, aunque en general en línea con lo esperado. La inflación interanual volvió a crecer, esta vez al 3.7%, aunque la medición subyacente, que excluye energía, quedó en el 4.3%, debajo del 4.7% anterior. A la vez, la medición mensual quedó en el 0.3%, ligeramente por encima de los pronósticos.
El resultado fue un dólar que también se movió en forma titubeante. Creció fugazmente ante el euro, la libra y el dólar australiano, cayendo ante el yen, en movimientos que solo fueron un anticipo de una sesión que a su cierre dejó al billete en las mismas zonas de precios en que se encontraban antes de los informes.
Así, el yen se ubica cerca de sus mínimos anuales, que tocó el viernes en 147.80, mientras el euro no logra escapar de 1.0760, nivel que tiene que superar para buscar 1.0810, una firme resistencia de inicio de mes. La libra esterlina se mueve en torno a 1.2500, sin poder salir de un laberinto que el miércoles la llevó a mínimos de varios meses, rozando 1.2400.
Por su parte, la onza de oro apunta a 1900 dólares, nivel intermedio y cuyo quiebre le dará el empujón que le falta para cubrir el gap de marzo pasado, en 1870 dólares. Un gap similar tiene el euro, pero mucho más cerca, 1.0700, y el yen en 147.80. El de la libra, que quedó desde el viernes pasado, fue cubierto en la víspera.
Justamente, el euro estará en el centro de atención de los mercados este jueves. El Banco Central Europeo celebra su reunión de política monetaria, y pese a que su titular, Christine Lagarde, fue enfática en sus últimas apariciones al expresar que seguiría aumentando la tasa de interés para atacar la altísima inflación de la Eurozona, lo cierto es que los pronósticos hablan de una pausa que se tomaría la entidad, dejando los tipos en el 4.25%. Esto sería toda una novedad, no solo porque discreparía con los dichos de Lagarde, sino porque el BCE aumentó su tasa de interés en nueve oportunidades consecutivas, algo inédito en su corta historia. Los efectos sobre la inflación no han sido eficientes, y así el bloque ahora tiene un alto costo de vida, con sus principales economías mirando de cerca la recesión.
Lagarde no podrá explicar mucho más de lo que habitualmente lo hace. Desde que asumió, su actitud parece buscar más la calma en los mercados que el propio objetivo que se le encomendó, y que ella misma reafirmó antes de la pandemia de 2020, con su ya célebre “inflación simétrica”, una expresión que tendía a buscar un exacto 2% de inflación anual, objetivo rápidamente desbaratado.
Pese a que los planes de estímulo impuestos en los años anteriores han sido notoriamente más prudentes que los de la Fed, que siguió con una emisión descontrolada durante varios meses más de lo que el sentido común indicaba, los costos de la Eurozona se mantienen muy altos. A ello se suma un nuevo rebrote del precio del petróleo, en máximos de casi un año, y en menor medida del gas, que se acerca a los 3 dólares. Estos aumentos no pueden ser más inoportunos para el equipo que lidera Lagarde: llegan cuando la tradicional demora del BCE en tomar acción ha hecho que los aumentos de tasa fueran desproporcionados, fuera de plazo y excesivamente agresivos durante más de un año.
Con todo, el euro se mantiene sobre 1.0700, aunque hay motivos para pensar en que podría caer en el corto plazo, sobre todo si la inflación mayorista de Estados Unidos de agosto, que se conocerá en simultáneo con los anuncios del BCE, queda por encima de lo esperado. La moneda única quedará a salvo por encima de 1.0860, nivel lejano en precios y en probabilidades siquiera de ser alcanzados en las próximas horas.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el viernes.