Hola Amigos, buen día. Lo que temían los mercados, finalmente sucedió el lunes. Desde el inicio de la sesión asiática, la bolsa de Tokio sufrió una caída que alcanzó niveles récord anteriores a 1987 (casualmente el yen tocó mínimos de esa época tres semanas atrás), al tiempo que el resto de las bolsas importantes de Asia perdían posiciones en forma frenética.
Un conjunto de factores se agrupó para explicar lo que parecía inevitable, y que finalmente lo fue. Los datos conocidos en Estados Unidos en las últimas semanas (no solo los de empleo a los que se atribuyó la crisis y que recién se conocieron el viernes pasado fueron por demás elocuentes. La inflación, a la baja; las ventas minoristas, creciendo en forma imperceptible; los datos de manufacturas, en niveles mínimos de un año; las nóminas de empleo privadas, debajo de lo previsto; las nóminas no agrícolas, muy por debajo de lo previsto, aunque esto último no suele ser novedad (los pronósticos, pensando que están hechos con seriedad, parecen realizados por estudiantes de economía).
La economía estadounidense viene dando señales, no tan graves por cierto, de que el crecimiento esperable después de haber inyectado 10 billones de dólares en poco más de dos años, no es tal. La Fed parece haber tomado nota hace unos cuantos días, cuando en las jornadas previas a su última reunión de política monetaria, diversos funcionarios del FOMC se dieron cuenta de que había que comenzar con los recortes de tipos lo antes posible. Como la reunión se acercaba, la expectativa se situó para septiembre.
Tanto el presidente Powell como el resto del Comité defendieron hasta ahora -con uñas y dientes- la rígida política monetaria justificada en una inflación al menos un punto porcentual menor a que había cuando los mismos funcionarios defendían su flexibilización monetaria de 2021.
En otras palabras, con la inflación al 4% se justificaba emitir 120 mil millones de dólares mensuales, que obviamente llevaron al costo de vida a rozar el 10%, bajo el argumento de que se trataba de un “fenómeno transitorio”; ahora, con la inflación apenas por encima del 3%, no se permite bajar la tasa de interés con la excusa del temor a un rebrote inflacionario.
Estas desinteligencias, por así llamarlas, han creado un nivel de confusión tal que la bolsa de Nueva York llegó a máximos históricos en las semanas anteriores durante varios días consecutivos -es verdad que la supuesta victoria de Donald Trump, ahora puesta en duda, contribuyó en forma decisiva- para ceder terreno en estos días, cuando la Fed ya está dando señales de recortes, incluso antes de su reunión de septiembre.
La situación es distinta a la de 2007 y 2008, cuando la economía ya estaba en recesión y la crisis era cuestión de tiempo. Pero llama la atención la similitud con que ahora la Fed se muestra apurada por sacarse el problema de la tasa de encima con la forma en que lo hizo entonces. De hecho, en enero de 2008 recortó dos veces, y llegó al fatídico septiembre de ese año con la tasa en el 2%. Ahora está en el 5.5%.
No solo esto llama la atención. La coincidencia se extiende al comportamiento del yen en esa época, muy similar al actual. A mediados de 2007, el yen había llegado a mínimos de 5 años en la zona de 124.00. Cuando la Fed inició los recortes, en septiembre de ese año, el yen ya operaba en 116.00, y llegó a 87.00 en diciembre de 2008, cuando la Fed dejó la tasa en cero.
En los últimos días, el yen recuperó 2000 puntos (es verdad que el lunes cedió unos 450 hasta la sesión asiática de este martes, cuando este reporte es elaborado), con la Fed preparada para comenzar los recortes. No sería lógico pensar en una tasa en cero próximamente, pero sí en un yen visitando 130.00 si la Fed se apura, y si los bancos centrales de Europa y Reino Unido siguen recortando.
Hay que acotar, en esta instancia, que el yen ha sido tomado como el activo a vender, a favor de las inversiones en monedas más competitivas como el euro y la libra esterlina. El carry trade suele terminar mal, y esta vez no es la excepción. El par EUR/JPY bajó 2100 puntos en poco más de 3 semanas, y el cruce GBP/JPY 2800 puntos en el mismo período.
Justamente, en el alza de tasa de interés del Banco de Japón reside el principal motivo de la crisis del lunes. La misma fue neutralizada rápidamente con el ISM de servicios en Estados Unidos, que extrañamente superó a la cifra esperada.
La bolsa de Nueva York sufrió menos que la de Tokio, y es lógico. En Japón preocupa que el Sr. Ueda, titular del Bank of Japan, haya dicho que los aumentos de tipos no tienen por qué detenerse en el 0.15% de la semana pasada, que llevó a la tasa al 0.25%. La caída del Nikkei 225 fue, digamos, una advertencia, dura por cierto, al BoJ, que se acordó de aumentar su tasa exactamente al tiempo en que los demás bancos centrales se acordaron de recortar. Más coordinado, imposible.
Los movimientos de las monedas son erráticos, volátiles e imprevisibles. El euro llegó a su máximo desde el 2 de enero en 1.1005, no por mérito propio, sino por la baja general del dólar. No parece tener mucho más para ganar en el corto plazo la moneda única, que podría retroceder a la zona de 1.0865 sin muchas dificultades. No hay datos que justifiquen su crecimiento.
Tampoco los tiene la libra, que se ve aturdida por el recorte del Bank of England del jueves pasado, pese a que había sido largamente anunciado. Solo la superación de 1.2900 podría cambiar su actual sesgo bajista, y no tiene incentivos para hacerlo pronto.
El yen se ve alentado por el Bank of Japan, por la baja de los rendimientos de los Bonos del Tesoro, en mínimos que no tocaba desde enero pasado, y por la búsqueda de refugio en activos seguros. Por cierto, el yen no actúa como tal en estas horas. Sus oscilaciones de 200 a 300 puntos en minutos lo asemejan a una acción que combate para no ir a la quiebra, y no con la moneda elegida por los operadores cuando las cosas se ponen difíciles. Por el momento, el gap de 141.00 es el nivel que tiene por delante la moneda nipona, aunque le costará tener un rally como el del lunes.
En medio de todo se encuentra el conflicto en Medio Oriente, con amenazas veladas entre todas las partes involucradas, que erizan la piel de los operadores. El petróleo, afectado por la posibilidad cierta de una recesión profunda, apenas se hace eco de esta cuestión clave para la seguridad global.
La impresión que queda al cabo de un lunes que quedará en la memoria y no por buenos motivos es que las pérdidas generadas en la primera parte del día fueron totalmente previsibles. Y también que si los bancos centrales no hubieran caído en la cómoda posición de emitir dinero sin sustento -sin excepciones- esta crisis, que en opinión de quien suscribe ya está neutralizada y controlada, pudo evitarse. Mucho pedir para funcionarios que, más allá de su profesión, son políticos.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el miércoles.